“Es mi Ateneo, mi cuna literaria, el ambiente fecundo donde germinaron y crecieron modestamente las pobres flores que sembró en mi alma la ambición juvenil”.
Esta frase fue leída por don Serafín Álvarez Quintero, en el salón de actos de la cuna literaria del autor que nos ocupa, un 28 de Marzo de 1915 en Madrid, corresponde a las primeras letras escritas en el discurso de Galdós, cabe destacar que Benito Pérez Galdós se encontraba escuchando las palabras de Serafín, pero ya sus ojos se habían vuelto opacos para siempre.
Nos sirve para iniciar este viaje que nos sitúa como no podría ser de otra manera, en el salón de actos del Ateneo de Madrid, pero antes de llegar a la juventud de don Benito María de los Dolores Galdos, retrocedamos 72 años antes de la pronunciación de este discurso, viajemos desde Madrid hasta la ciudad natal de Galdós, corría el año de 1843, un 10 de mayo, nació Galdós en Las Palmas de Gran Canaria una ciudad de provincias que se desemperezaba a las reivindicaciones sociales y políticas de su contemporaneidad.
Menor de diez hijos de una familia propia de su tiempo, donde muchos de sus familiares eran personajes de armas, así aparte de su progenitor, también eran militares su tío carnal, y un tío-abuelo.
En los primeros años Galdós se va formando en este entorno, al que se le sumaria el colegio de San Agustín, sin duda un lugar con sobrios principios didácticos y la gran calidad educativa de sus docentes, así va forjando su introvertido carácter el joven Benito, por aquel entonces dibujaba y pintaba, ya hacia esbozos de lo que sería en un futuro ensayando textos literarios, mientras no descuidaba sus estudios de Bachiller, desde esos primeros ensayos, se podían extraer varias cosas que serian constantes en su febril actividad literaria, presentaba el joven gran destreza de intuición cargada como no con la gran observación que dedicaba a todos los detalles, además era notoria su gran capacidad de atraer al lector con un locuaz sentido del humor, tenia desde el principio de sus años mozos lo imprescindible para cualquier autor que se precie un léxico abundante pero lo mas importante con su propio sello, un estilo propio que haría las delicias de tantos lectores en el futuro.
Sus estudios de Bachiller los realiza en la isla de Tenerife, en el instituto de La Laguna, donde obtiene su titulo , era el año 1862, ese mismo año la casualidad, la causalidad o el propio destino vienen a dar con nuestro protagonista en un echo que sin duda cambiara su vida de forma definitoria, llega a su casa su prima que termina por trastornarlo emocionalmente, sus padres viendo el desbarajuste emotivo que sufre Benito deciden que fuera Madrid a completar los estudios de Derecho, que la gran y genial obra de este grande entre los grandes haya traspasado fronteras, recae casi a partes iguales en su “prima” como en sus padres.
En Septiembre Benito hijo del coronel Sebastián Pérez y de Dolores Galdós mujer de gran carácter hija de un antiguo secretario de la Inquisición llega a Madrid huyendo de su turba emotiva, y se matricula en la Universidad Central, vamos pues de la mano del introvertido Galdós con charlas de pasillo ilustres por los contertulios que se darían cita, como los excepcionales Adolfo Camús, Fernando Castro o Francisco de Paula Canalejas, por citar algunos, en Madrid también conoce a Francisco Giner de los Ríos que es quien le anima a escribir, además de despertar en Benito la curiosidad sobre la filosofía del krausismo, esto marca en Galdós sus primera novelas.
Es aquí en esta etapa del viaje donde Benito empieza a leer a los mas importantes narradores europeos en sus propias lenguas (inglés y frances), donde se cruzan los caminos, donde nuestra visita por el rico universo Galdosiano se detiene a observar, con nuestro protagonista situado en el decorado principal de esta nuestra historia, y es que don Benito Pérez Galdós descubre el Ateneo de Madrid.
De este mismo descubrimiento podemos recoger el fragmento donde Galdós se refiere al interior del Ateneo de Madrid:
“Entrabase por la calle Montera, a un portal amplio, que, si no estuviera blanqueado y limpio seria igual que las posadas de Cueva Baja.
A mano derecha, la escalera, nada monumental, conducía, en dos tramos, al piso superior, una mampara de hule claveteado daba ingreso al templo. Pasado el vestíbulo, en que hacían guardia el conserje y los porteros, llegabase a un luengo y anchuroso callejón pasillo, harto oscuro de día, de noche alumbrado por mecheros de gas. Divanes de muelles que ablando la pesadumbre de tantos cuerpos convidaban al descanso a un lado y otro y en las cabeceras del extenso corredor. En verano no faltaba un botijo en algún rincón, y en invierno los paseantes median de dos en dos, con las manos a la espalda, la dilatada estera de cordoncillo”.
Así de forma magistral nos define Pérez Galdós al Ateneo, un gran caserón que se encontraba en la calle Montera, Jardines, Peligros y Aduana, cuyo propietario era Velázquez de Lara. Mas adelante se convertiría en banco de San Fernando, hasta que en el año 1829 por Real Cedula daría cobijo al Ateneo Científico y literario que se crearía definitivamente en el año 1835, se instala desde esta época hasta la mitad del siglo, antes conocería cuatro emplazamientos anteriores. Se trataba de una institución básica para la consecución, en poder llevar a cabo la conformación de un régimen liberal en España, se trató sin lugar a dudas en el punto de encuentro entre profesores y personas que defendieron al liberalismo.
Galdós siempre se considero a si mismo como un hijo espiritual del Ateneo, a el hacia mención de muchas formas, como el “altar de mis sueños”, “descanso de mis tardes”, por nombrar algunas de las formas referidas, lo que sin duda delata los grandes tramos de tiempo que pasaría bajo su techo, escuchando con suma atención a los profesores, escritores del país o los políticos que por allí se congregaban, bien visitando su gabinete de física, consultando su biblioteca, en el salón de lectura, o en el propio monetario.
La pertenencia al Ateneo tenia que venir precedida por la invitación de un socio, una vez aceptada la propuesta, el nuevo asociado debía pagar una cuota de entrada y otra que seria mensual, así que por estas causas citadas, Galdós no fue miembro del Ateneo hasta el año 1865 en el mes de Noviembre, ya contaba con tres años vividos en Madrid.
Su expediente universitario no le ayudaría para la consecución de su objetivo, que no era otro que formar parte del Ateneo, pero su dilatada experiencia en dos periódicos, donde ya había escrito unas sesenta crónicas le avalaban, son pues los periodistas los que proponen a Pérez Galdós como nuevo miembro.
Es en el Ateneo de Madrid donde tras una conferencia de Leopoldo Alas Clarín, entabla una estrecha amistad con este, por eso me pareció preciso rescatar este retrato escrito que dirige Leopoldo Alas de su amigo.
“Conocí a Galdós en el Ateneo nuestro, el antiguo, el bueno, el de Moreno y Revilla, en el salón de retratos vi ante mí a un hombre alto, moreno, de fisonomía nada vulgar. Si por la tranquilidad cabal y seria honradez que expresa su fisonomía poco dibujada puede creerse que se tiene enfrente a un benemérito comandante de la guardia civil, con su bigote ordenancista; en los ojos y en la frente se lee algo que no se distinguir a la mayor parte de los individuos de las armas generales ni especiales. La frente de Galdos habla de genio y de pasiones, por lo menos imaginadas, tal vez contenidas; los ojos, algo plegados los parpados, son penetrantes y tienen una singular expresión de ternura apasionada y reposada, que se mezcla con un acento de malicia… la cual mirando mejor se ve que es inocente malicia de artista. No viste mal… ni bien. Viste, como deben hacerlo todas las personas formales, para ocultar el desnudo, que ya no es arte de la época. No habla mucho, y se ve luego que prefiere oír, pero guiando a su modo, por preguntas la conversación”.
Mencionar que el Ateneo donde conoce al responsable de estas letras, se encontraba en la calle Montera número 22, situándose en esa época a dos minutos de su habitación de estudiante.
El Ateneo de Madrid marca singularmente la existencia de Galdós, tanto a nivel afectivo como político, empieza pues a tener una relación con el liberalismo que son los que curten sus ideales, según menciona Berkowitz, ya los primeros días que pasa en Madrid acude puntual cada día a su cita con el Ateneo de Madrid, otra afirmación recogida por Casalduero en la cual menciona que es en el propio Ateneo donde Benito Pérez Galdós aprende los verdaderos valores de la tolerancia, ya que era un lugar de encuentro entre católicos, liberales, jóvenes y viejos.
Podemos observar de esta manera un extracto de un artículo para La Prensa, de Buenos Aires, de puño y letra del autor que cito textualmente.
“Lo que distingue a esta asociación científica y literaria de todas las de su clase es su independencia, y la absoluta libertad que han disfrutado siempre la idea y la palabra dentro de sus muros, libertad que la cultura de todos y el mutuo respeto han hecho valiosa y fuerte”
El Ateneo le permite mantener el contacto con la filosofía del krausismo, aunque como citábamos anteriormente fue Francisco Giner de los Ríos el que le muestra la senda de dicha filosofía, también como no una magnifica antesala serian las clases de historia magistrales de Fernando de Castro, podría decirse por tanto que el Ateneo es una consecución de lo ya aprendido, si bien por el contrario muchos de los mas importantes krausistas no tenían al Ateneo como referencia, por preferir su Circulo filosófico, según palabras de Sainz del Río en el Ateneo existía una falta de seriedad intelectual, que sin duda a Benito Pérez Galdos no le preocupaba demasiado, sin embargo ya la filosofía krausista había entrado en el Ateneo antes de la revolución del 68.
Sin duda para Galdos el encontrarse con el Ateneo fue el encuentro de un amplio abanico de posibilidades, un espectro de ideas y una gran fuente donde inspirarse, sujeto siempre a la predilección por la observancia de cada cosa, se encuentra sin duda también en un fecundo ambiente ideológico, sin trabas, recibiendo influencias directas, como la de Fernando de Castro.
Si hablamos de Benito Pérez Galdós y del Ateneo de Madrid seria casi indisoluble el termino krausista, que no obstante el autor toma a su modo, pues como ya admitiríamos anteriormente no le preocupa que otros krausistas prefirieran su propio Circulo Filosófico al Ateneo, cosa que en el caso de Galdós estaba bien clara su predilección por este ultimo, Galdos sin duda se impregna de muchos de los principios básicos del krausismo sobre todo en su aspecto ético-religioso.
Donde se puede ver de manera marcada la influencia que ejerce el Ateneo de Madrid en Benito Pérez Galdós es en su propia actitud liberal, a la propia defensa férrea en pos de la tolerancia, si bien al fin y a la postre Benito Pérez Galdos no era ni krausista ni ateneísta, toma lo que cree conveniente de la filosofía y del espacio, lo que deja a las claras que simplemente Benito Pérez Galdós es don Benito Pérez Galdós.
Galdós siempre se decanta por el progreso en contra del conservadurismo, si bien siempre esta desvinculado de cualquier tipo de extremismo, no esta afiliado a ningún partido, siempre opta por una visión liberal influenciado por el carácter de tolerancia que se respira en el Ateneo.
Cree en la educación, argumenta los desastres de una mala educación, esto aparece en toda su novelística, pasando por las primeras hasta las ultimas novelas escritas por el autor, su valoración sobre la gran importancia de la educación le viene dada por los krausistas, este punto me parece de vital importancia para entender la gran obra del autor, para el las novelas nos pueden ayudar para entender la historia, cosa que sin duda alguna consigue el autor, ya que paseando por las paginas de sus novelas, uno descubre ante si los paisajes de la España de su tiempo, de una manera tan clara, que casi parece embutido en ese rico universo Galdosiano de carácter realista, incluso didáctico en múltiples ocasiones, que nos acercan de una manera mas concisa a la propia realidad española de los tiempos en los que Galdós vivía, no es complicado postular a las novelas de Galdos además como una fuente inagotable de personajes y distintos puntos de vista, como un dispensario de educación, es innegable el valor formativo de cada una de sus obras.
Casi todo se ha dicho de don Benito Pérez Galdós, simplemente me parecía mas que necesario establecer aquellas cosas que marcaron su vida , hasta que llegara hasta nuestros días, hay un personaje la exótica prima llegada de las Américas, que puede ser uno de los máximos responsables, de haber convertido al autor que nos ocupa en uno de los mejores y mas prolíficos autores españoles, tal vez solo superado por Cervantes, de ella pocos datos se recogen, quizás por la discreción que siempre atesoro Galdós, aunque se decía que era visitador de mujeres de amor mercenario, también se comento en los mentideros de Madrid su amor con doña Emilia Pardo Bazan, que la cronología histórica no ha podido precisar, nada se sabe del principio de su idilio ni el final de este, esa responsable que aparece de manera vaga al principio del articulo, es la que nos acerca a Galdos a encontrarse a si mismo ante las puertas del Ateneo, donde paseaba lo mas florido de los intelectuales y artistas de su tiempo, en parte que un emocionado Galdos en el año 1919 pasara sus manos por la estatua erigida en el Retiro, al sentir en la fría piedra su rostro no pudo contener las lagrimas, de unos ojos que ya se habían quedado ciegos para siempre.
En 1920 a pocos pasos de la princesa en la calle Hilario Eslava don Benito Pérez Galdós nos dejaba ciegos a todos de su ingenio, de su locuacidad, de su prodigiosa observación a los detalles…
Y es que fue un amor ciego la que otorgo de mayor visión a la realidad de la España del siglo XIX, la prima de don Benito Pérez Galdós, ese amor enfermizo del que uno nunca sabe si se curo del todo, fue la iniciadora de esta preciosa historia, la joven conocida como “Sisita”, pero que realmente se llamaba Concepción Macias , según recoge un testimonio de una vecina de Valsequillo llamada Dolores Macias Sánchez, mencionaba este testimonio que existía una novicia dentro del seno familiar, que lo fue en el convento de las descalzas desde los 16 años hasta los 21, es a esa edad donde se la acoge en la casa de su tío don Sebastian Pérez, sin duda Benito al conocer a esta –quien sabe si realmente era su prima- se queda totalmente prendado, al pareces la joven en una ocasión le pregunta al tierno benito si este quería dedicarse a ser cura, a lo cual el responde con desparpajo “para ser mal sacerdote, mejor es no serlo”.
“Sisita” no era una figura bien recibida en el hogar de la calle Cano, tal vez por confidencias de “Sisita” echas a la madre de Benito, esta se preocupa por el futuro de su benjamín, no permitiría el acercamiento de la cubanita a su muchacho, así que decide que Benito viaje a Madrid para completar sus estudios sin las platónicas distracciones, es por esto que después de haber entretejido la en muchas ocasiones misteriosa vida del autor, de haber completado mis pesquisas sobre tan azarosa vida en su casa, convertida ahora en la casa-museo Pérez Galdós, es comprensible que tome en consideración la importancia de esta mujer que perturba las emociones de Benito, que hacen que la madre de este se decida por enviarlo a Madrid, que Benito conozca el Ateneo, que el mozo Benito en la capital de las españas se haya convertido en uno de los mas grandes ejemplos de la literatura de todos los tiempos, se lo debemos directa o indirectamente a la exótica “Sisita”, por lo cual, y expresado todo lo expuesto, solo me cabe finalizar con un… Gracias “Sisita”.
Adolfo Ibáñez-Batista.
Fuentes:
ARENCIBIA SANTANA, Yolanda, La enciclopedia de la literatura canaria, Centro de la cultura popular canaria, Las Palmas 2003.
APARICI LLANAS, María Pilar, Las novelas de tesis de Benito Pérez Galdós, CSIC, Madrid 1983.
ORTIZ ARIZMENDI, Pedro, Vida de Galdós, Crítica, 1995.
Webs:
http://www.casamuseoperezgaldos.com/portal/home.cmpg